La República universal
seguido de Bases constitucionales de la República del género humano
Anacharsis Cloots
Editado en colaboración con el Museo de la Ilustración (MuVIM) de la Diputación de Valencia.
Colección Los ilustrados, 20
224 páginas
Traducción y epílogo de Francisco Javier Espinosa
Anacharsis Cloots nació en 1755 en el castillo de Gnadenthal, cerca de Cléveris, en el seno de una familia holandesa católica dedicada a las finanzas. Su nombre original era Joannes Baptista, pero en su proceso de descristianización rechazó el nombre del precursor de Jesucristo y eligió el de Anacharsis, en honor del filósofo escita del siglo VI antes de nuestra era, que visitó Grecia, asistió a la fundación de la república de Atenas y soñó con unificar Grecia, Escitia y Oriente, con el cual Cloots se identificaba.
Después de realizar un grand tour por toda Europa, volvió a París en julio de 1789, tras la toma de la Bastilla. Desde entonces, toda su actividad intelectual y política estuvo dedicada a promover las ideas de una República universal.[...] Tras un emotivo discurso de Cloots, este fue llamado en adelante el «orador del género humano».
En 1793 publicó su obra más importante, La República universal. Ese año, Robespierre le acusó de ser barón, alemán y rico, un traidor y conspirador contra la República. Poco después fue detenido. En marzo de 1794, tras una farsa de juicio que recuerda a los de la época de Stalin, fue condenado a muerte, y el día 24 fue guillotinado.
«Pero ahora, federados a lo largo de una sola quilla, ¡qué grupo eran esos “aislados”! Una representación, a lo Anacharsis Cloots, de todas las islas del mar y todos los confines de la tierra, acompañando al viejo Ahab a presentar las querellas del mundo ante ese tribunal del cual no volverían jamás muchos de ellos» (Herman Melville, Moby Dick)
«Enjolras llevaba en sí la plenitud de la revolución; no obstante, era incompleto, tan incompleto como puede ser lo absoluto; se parecía demasiado a Saint-Just y no lo suficiente a Anacharsis Cloots [...]; había acabado por aceptar, como evolución definitiva y magnífica, que la gran república francesa se transformara en una inmensa república humana» (Victor Hugo, Los miserables)